Historia del Caballo Chileno de Pura Raza (II)

Por Arturo Montory Gajardo

Capítulo II

Juan de Cuevas. (1513-1591).

Primer criador de caballos chilenos con trascendencia y huella futura de 500 años y que además fue el  primer Alcalde de la ciudad de Santiago.

La  vida de don Juan de Cuevas, que fue criador de caballos, lo más valioso es su legado, que a través de todos sus herederos nos trasmite una afición y que llega por línea directa, hasta don Pedro de las Cuevas que es el más grande criador de la raza caballar chilena y de cuya crianza descienden el 90% de las líneas de sangre de los caballos actuales, hablamos del año 1542 al 2010, toda una proeza de selección racial, tal vez única en el mundo.
Fue sin duda en un principio, un criador en menor escala que el Obispo Rodrigo González de Marmolejo, pero a diferencia de aquél, por razones obvias, don Juan de Cuevas tuvo hijos y nietos que siguieron criando caballos y participando activamente en la historia del país, como se relata en detalle más adelante.
Para ofrecer una gran certeza en este punto tan importante para nuestro cometido, y que sea absolutamente fidedigno y al máximo documentado, adjuntamos parte de un extraordinario estudio llamado ”Familias Fundadoras de Chile” escrito por Julio Retamal Favereux, el cual basa su relato además de muchas otras fuentes, en los escritos de Tomás Thayer Ojeda, el estudio “La familia del Conquistador Juan de Cuevas” aparecidos en Boletines de la Academia Chilena de la Historia, en el año 1941.

Año 1540.

 “Origen y homonimias”.
“Dentro de las “Familias Fundadoras de Chile”, lo primero que debemos decir de la de Cuevas es que con las de Cisternas, Jofré y Riveros, comparten el gran honor de ser las familias más antiguas de Chile. 
El fundador de la que nos ocupa, Juan de Cuevas, entró al actual territorio chileno en abril de 1540 con Villagra para unirse a la expedición de Valdivia, con la que llegó al valle del Mapocho el 13 de diciembre de ese mismo año.
Los descendientes de Juan de Cuevas pueden enorgullecerse de tener sus raíces en el origen mismo de la patria.
Encomiendas y tierras.
El fundador  recibió encomiendas en Santiago en 1542, las que fueron reconfirmadas en 1546, alimentadas en tres caciques en 1549 y ampliadas en Cuyo y en el Maule en 1552.
Su hijo Luís heredó las encomiendas Maulinas de Vichuquén, Lora y Mataquito, añadiéndose las de Loncolmilla y Huenchumalli.
En cuanto a las propiedades agrarias, no encontramos mercedes de tierras hechas a la familia más bien de encomenderos urbanos, donde el primero terrateniente de envergadura lo es Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun, séptima generación, la que accedió a las tierras de Tilcoco, próximas a Rancagua por su enlace con los Ramírez, siendo además dueño de las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal. 
La segunda rama, del Cachapoal, fue, al contrario, eminentemente agraria, con centro en Doñihue, donde destacaron como criadores de caballos, los conocidos cuevanos”.

Servicios y distinciones.

“El primer Cuevas fue vecino fundador de Santiago en 1541. Allí residió siempre, siendo regidor de nuestra capital es seis oportunidades y alcalde de la misma siete veces. Fue también corregidor en dos oportunidades, así como encomendero según se ha dicho.
Su hijo Luís de Cuevas, fue también alcalde de Santiago tres veces, regidor y alférez real una vez y corregidor. Fue encomendero en la región del Maule.
Su hermano Andrés se desempeñó como abogado de la Real Audiencia de Lima.
Entre sus descendientes figura Juan Francisco Cuevas Maturana que fue regidor y alcalde de San Fernando y Roma hasta 1953 y gran criador de caballos, su criadero era llamado “Talcarehue”.
En el arte y a la cultura, sin duda  alguna, la figura más conocida es la de Jorge Cuevas Bartholin nacido en 1885. Viajo a Europa en la década de 1920 y fue secretario de la legación de Chile en Londres.  Luego paso a Paris, en donde casó, en 1927, con Margaret Strong Rockefeller, nieta de famoso millonario John Rockefeller, de las familias más influyentes de los Estados Unidos. Jorge Cuevas, Cuevitas, intentó reivindicar el tirulo de Marques de Piedra Blanca, de Huana de la familia Cortes Monroy, pero aunque no lo logró, fue conocido desde entonces como el Marques de Cuevas. Adquirió el ballet de Montecarlo, al que rebautizó con su nombre y le dio importante figuración en Europa y América. Fue gran figura del mundo social parisino y falleció hacia fines de la década de 1950”.

Expansión de la familia.

“El apellido entonces lo continuó solo un nieto del fundador, Luís de las Cuevas Balcázar, cuya descendencia se divide en la rama de Santiago encabezada por su biznieto Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga y los de Colchagua Bartolomé Bernardo de las Cuevas Astorga, su hermano. Éste originó la rama que podemos llamar del Cachapoal, por las extensas propiedades agrícolas que detentaron entre Rancagua y Doñihue.  De una hija de éste son nietos los próceres Carrera”.

Filiación continuada en Chile.

 Don Juan de Cuevas nació en 1513 a 1517, probablemente en Sahún, León, España.  Pasó a Nueva España por 1536 y estaba en el Perú en 1538 cuando se alistó para la conquista de los Mojos o Chunchos, selvática región al oriente de Lima.  Fracasada ésta pasó con el capitán Diego de Rojas  a la conquista de los Chiriguanos, en los llanos donde confluyen hoy Bolivia, Argentina y Paraguay, donde otra vez la naturaleza transformó la expedición en horroroso fracaso retrocediendo a Tarija.
Desde aquí con otros soldados bajó a Tarapacá a juntarse con Valdivia que iba rumbo a Chile.  Vecino fundador de Santiago el 12 de febrero de 1541, fue hecho encomendero en 1542, conservando su repartición de 1546, pero reducido a la mitad.
En 1549 le aumentó su encomienda con los caciques Andegualán, Guanuzalvi e Ibimalongo y en 1552 se le añadió Huachuraba y otros caciques del Maule y de Cuyo.
Fue regidor del Cabildo de Santiago en 1552, 1555, 1557, 1561, 1568, 1580 y 1586; fiel ejecutor en 1557; tenedor de bienes de difuntos de 1557 y 1564; alcalde en 1554, 1564, 1566, 1567, 1572, 1574 y 1590 y finalmente corregidor en 1575 y 1577.
Falleció en 1591 siendo uno  de los últimos sobrevivientes de la expedición conquistadora  de Chile en 1540.
 Era ya casado en 1552 con Catalina de Mendoza, hija del sevillano Andrés Jiménez, venido al Perú con Pizarro en 1531, asistente a la prisión de Atahualpa de cuya custodia fue encargado y de cuyo rescate percibió “cuatro mil cuatrocientos pesos de oro y ciento ochenta y un marcos de plata” en 1533; agraciado con “escudo de armas” en 1536, regidor de Lima ese año, vecino fundador de Arequipa en 1539, encomendero, regidor, alcalde allí en 1541, fallecido en la batalla de Chupas en 1542.
  La suegra de Juan de Cuevas fue Catalina de Mendoza Monteagudo. 
  Hijos:
 1.- Luís de las Cuevas Mendoza.
 2.- Inés de Mendoza.
 3.-María de Mendoza.
 4.-Andres Jiménez de Mendoza, nacido en 1599 en Santiago, alcalde de Santiago en 1584, abogado de la Real Audiencia de Lima en 1588, asesor del gobernador Sotomayor, corregidos de La Serena en1593, fiscal de la Real Audiencia de Charcas en 1604, teniente corregidor y juez de residencia allí, corregidor de Santiago en 1612 a 1615, auditor de guerra de 1615 a 1631,
 5.- Beatriz de Mendoza., monja Agustina en 1596.
 Luís de las Cuevas y Mendoza.
 (Nacido en 1555-muerto en 1629)
 Nació en Santiago hacia 1555. Regidor por Santiago en 1575, 1581, 1593 y 1614; alférez real en 1593 y alcalde en 1585, 1609 y 1616.
Nombrado capitán por el gobernador Sotomayor en 1590, sargento mayor por Vizcarra en 1598 y alférez general por nombramiento del gobernador Quiñones en 1599, participó en la guerra de Arauco hasta la batalla de  Laja en 1600.  Encomendero de Vichuquén, Loncomilla y Huenchumalli.
Corregidor por Santiago como su padre y su hermano Andrés desde 1627 a 1629 cuando falleció bajo testamento del 6 de junio de ese año.  
Casó con Mariana Balcázar, nacida en Santiago, hermana de Pedro y Cristóbal de Escobar Balcázar,  dichos hijos todos de Alonso de Escobar Villarroel, nacido en Puerto de Santa María, Cádiz, venido con su padre al Perú y con la expedición de Monroy a Chile en 1543., para custodia de los catorce mil quinientos pesos de oro que había invertido en la expedición conquistadora de Chile por Valdivia en 1540.
Alonso de Escobar fallecido en Santiago en Abril de 1574 fue el primer encomendero de Nancagua y Chimbarongo, tenedor de bienes de difuntos de Santiago en 1548, regidor en 1549, 51, 54, 56, 57, 61, 63, alcalde en 1552 y 1555 y fue casado con Beatriz del Alcázar, nacida en Las Palmas, Islas Canarias.
 Hijos:
 1.– Luís de las Cuevas y Balcázar.
 Nació en 1590. Residente de Santiago, en 1636. Teniente de capitán general. Se casó con Francisca Barba Cabeza de Vaca, hija del capitán Luís Barba Cabeza de Vaca y Mencia de Torres.
 Hijos:
1.– Francisco de las Cuevas y Barba
 Muerto en 1650.
  Residente de Santiago. Caso con Clara de Navia y Araya Berrío, hija del capitán Álvaro de Navia y Estrada y de María Magdalena de Araya Berrío.
 Hijo:
 1.- Nicolás de las Cuevas Navia.
 Capitán, que residió en Santiago.
 Casó en Diciembre de 1672 con Elvira Astorga Ureta, hija legitima del capitán Bartolomé de Astorga y Navarro, nacido en Santiago donde testó el 2 de octubre de 1634, casado en 1634 con Margarita de Ureta y Ordóñez, nacida en México, testada en Santiago el 16 de noviembre de 1649.
 Hijos:
 1.- Bartolomé Bernardo de las Cuevas y Astorga.
 Comisario general, dueño de la estancia Quinamávida.
  Casado el 15 de Noviembre de 1739 en Santiago con Agustina Pérez de Valenzuela y Ruiz de Peralta.
 2.- Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga.
 Nacido en junio de 1675, y casó con en 1704 con María de Salas y Porras.
 Hijo:
 1.- Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun.
 Nacido en 1730, fue capitán de Milicias de Cóinco en 1769.Sus restos fueron sepultados en la catedral. Dejó una cuantiosa fortuna, entre ellas la hacienda de Tilcoco, las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal.
 Hijo:
 1.- Juan Francisco de las Cuevas.
 Nació en Santiago el 20 de octubre de 1798 y fue bautizado en el sagrario el 8 de noviembre.
 Agricultor de Guacarhue, testó allí el 6 de febrero de 1825, falleciendo el 12 de febrero de solo veintiséis años de edad.
 En 1820 había sido retratado con su mujer por el pintor Gil de Castro.
  Bartolomé Bernardo de las Cuevas, tuvo cuatro hijos.
1.- Juan José Cuevas P. de Valenzuela.
2.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
3.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
4.- Javiera de Cuevas y P. de Valenzuela-.
 Juan José Cuevas P. de Valenzuela,
 Fue heredero de Doñihue y casado con Margarita de Cárdenas Oyarzún.
 Hijo:
 José de las Cuevas y Cárdenas,
 Criador de caballos muerto en 1821, y casado son Mercedes Guzmán y Garay.
 Hijo:
 Pedro de las Cuevas y Guzmán.
 Criador de los famosos caballos “cuevanos” en el Parral de lo Cuevas, muerto en 1870 en Doñihue y casado con Maria de la Cruz Bravo de Naveda Ahumada, casados el 28 de mayo de 1807.

Juan de Cuevas visto como agricultor y criador.

 Fue uno de los primeros empresarios agrícolas del país y además criador de caballos chilenos cuyo legado nos trasmitió a través de uno de sus descendientes don Pedro de las Cuevas Guzmán.
Don Juan además fue Encomendero en Santiago en 1542, cuya encomienda abarcaba los pueblos que ella comprendía, incluyendo Ñuñoa, Guechuraba y Principal de Maipú, siendo además  propietario de la estancia de Copequen y Angostura.
Entre otras encomiendas tenía la de las Minas de Chigualoco, ubicadas en una quebrada cerca de Los Vilos, y también Los Lavaderos de Oro de Choapa. 
Durante ese periodo tuvo un gran litigio con el Gobierno, por el pago de Réditos de un Censo (impuesto  que tenía que pagar por las encomiendas) el cual lo terminaron sus nietos luego de 50 años en que duró el juicio.
En Cédula publicada el 1º de Agosto de 1549, don Pedro de Valdivia  agregó encomiendas de  Juan de Cuevas, por sus servicios a la corona, la concesión de los dominios de los caciques Andegualén, Guazanavi, e Ibimalongo, la que aumentó con fecha 17 de Noviembre de 1552 con los pueblos de Cuyo (Argentina) Guechuraba, Loncomilla, Maule, Vichuqén y Promauches (Pomaire). El cabildo del 4 de Abril de 1554 aumentó estas mercedes con los indios de Topocalma.
Llegado a Chile el nuevo Gobernador don García Hurtado de Mendoza (fundador de la ciudad de Mendoza) quitó a don Juan de Cuevas la encomienda de Topocalma y Cuyo, y se las dio a Pedro de Castillo y Antonio Tarabajano.
Esta pequeña reseña de don Juan de Cuevas nos confirma la importancia de su labor política y las propiedades que manejaba. El no participó en la Guerra de Arauco, dedicando su tiempo y energía a sus múltiples labores  administrativas y empresariales. 

 Agricultor, industrial y criador de caballos.

 Nos dice la historia que:

Don Juan de Cuevas  en las encomiendas de Niltonquihua mantenía chacras, en Guenchumalli sembraba trigo, maíz, cebada, lino y cáñamo, además de criar ganado vacuno y mantener yeguadas las que eran cuidadas por indios “yegüerizos”. Además instaló una fabricación de Hilados de Lino con los cuales confeccionaba jarcias, enjalmas, sogas, lonas y sayas (ropa de vestir de donde viene el proverbio:  ”al que le quede el sayo que se lo ponga”). Todas estas faenas de confección se realizaban en edificios llamados Ataranzas.
En la encomienda de Loncomilla (Linares-límite Sur de Chile en esa época) construyó un Tambo, donde “paraban” los ejércitos que iban y venían de la guerra de Arauco, a los cuales proveía de provisiones y  caballos de su crianza, seleccionados especialmente para ello.
Don Juan de Cuevas tenía 1.047 indios en sus encomiendas distribuidos: 114 en Chigualoco, 37 en Niltonquinhua, 547 en Guenchumalli, 91 en Vichuqén y 258 en Loncomilla, por los cuales tenía que responder ante el gobierno central, el cual enviaba una comisión a recorrer al encomiendas y hacer un censo cada dos años.
En Pailaquén, zona ubicada dentro del pueblo de Niltonquihue tenia indios para sacar madera, guardar vacas y yeguas; en Vichuquén poseía lavaderos de oro y había plantado Viñas. En Loncomilla además de vacas y yeguadas, se fabricaban botijas y tinajas de greda, especiales para guardar vino y la cosecha de granos seca.
Desde  todas sus posesiones agrícolas e industriales, por medio de los indios llevaba a Santiago a vender la producción, en cada temporada y fue proveedor de muchos productos que se exportaban al Perú.   

Con estos antecedentes podemos afirmar que don Juan de Cuevas fue un gran empresario, trabajador, con gusto refinado, organizado, inteligente, visionario, lo que tempranamente lo llevó a seleccionar sus caballos, algunos para la guerra, otros para desfiles, montura y trabajo de campo, capacidad le sobraba para ello.
Cuando el gobernador don García Hurtado de Mendoza dejó Chile, seguramente don Juan hábil comerciante, se quedó con varios de los caballos, valiosos ejemplares que don García trajo para su montura personal de España y que eran de la mejor estirpe, entre los que se contaban Berberiscos, Andaluces, Guzmanes y Valenzuelas, Frisones Hannoverianos.
También a no dudarlo, adquiría productos criados por el Obispo González Marmolejo, ya de gran reputación.
Ambos eran proveedores de caballos para la guerra.

Dicen de él los historiadores:
“Don Juan siempre trasladaba a su chacra en Ñuñoa, los ejemplares más valiosos nacidos en todas sus encomiendas, lo que indica que seleccionaba sus caballos, y que no se reproducían libremente sin un destino concreto”.

Debe haber sido un gran zootecnista porque sus herederos aparecen en la historia ligados a hermosos y valiosos ejemplares, además los caballos útiles para la guerra deben haber cumplido una buena cantidad de requisitos o exigencias morfológicas y de temperamento. 
Falleció en 1591, siendo uno de últimos sobrevivientes de don Pedro de Valdivia. 

Familia de criadores de caballos.

En la huella del padre.

Su hijo don Luís de Cuevas y Mendoza nació en 1555 y falleció en 1629, regidor, alcalde de Santiago y participó en las guerras de Arauco, fue encomendero de Vichuquén, Loncomilla, Huenchunalli, Lora y Mataquito. Le sucedió su hijo  don Luís de Cuevas Balcazar, nacido en 1590 y fallecido en 1636, fue teniente capitán general, y encomendero en Vichuquén, Guenchumalli y Loncomilla desde donde sacó una parte de los indios y los trasladó al pueblo de Pomaire, para formar con ellos  una encomienda donde fabricar jarrones y vasijas (este pueblo y su artesanía siguen siendo una gran atracción turística en la actualidad).

Hijo del general  don Luís de Cuevas y Mendoza fue don Juan de Cuevas Balcázar, nacido en 1600 y fallecido en 1638, gran criador de caballos, capitán, en cuya sesión del cabildo de 10 de mayo de 1630,  ordenan comprarle “el mejor caballo del reino” para regalarlo al nuevo Gobernador don Francisco Laso de la Vega, presidente y gobernador de Concepción.
Según costumbre de la época, se agasajaba con lo mejor al recién llegado, lo que estableció una gran competencia por criar excelsos caballos de montura y además muy lujosos, lo que ayudó sin duda para seleccionar los reproductores. Eran caballos criados en pesebreras, comiendo granos, los mejores pastos además de “arreglarlos” prolijamente a la usanza de esos tiempos.
Cuidados por los yegüerizos antepasados de los “petiseros”.
En esos tiempos alimentaban  los caballos con cebada, avena, maíz en grano y hojas verdes, para darles “mayor fuego” según decían.
Era necesario ser un gran jinete para mantenerse firme arriba de esos caballos,  debido a la fogosidad de su temperamento, que era natural y ayudada por la alimentación especial.
Su descendiente como más arriba de explica,  don José ya era un conocido criador de caballos, heredados de sus antepasados, que con rigurosa selección criaron en sus propiedades agrícolas.

Don José es el padre de don Pedro de las Cuevas Guzmán, el criador más trascendente en la historia de nuestra crianza.
Lo interesante al seguir esta relación de familia es confirmar que es una  “vocación común y hereditaria la crianza de buenos caballos”.  Es aventurado en demasía afirmar que dichos caballos también siguieron reproduciéndose de padres a hijos dentro de las crianzas de la  familia Cuevas, pero sí es seguro que adquirían y criaban ejemplares de selección por ser personas de gusto, exigentes y muy bien relacionados, lo que se puede apreciar los cargos que ocupaban.   

Don Pedro de las Cuevas y sus caballos “cuevanos”.

Bibliografia: Uldaricio Prado en 1920.

“Las cualidades y características que han podido distinguir al caballo chileno en los comienzos del Siglo XIX, no han sido sino el resultado de circunstancias especiales derivadas de causas, se puede decir naturales, en las que la dirección inteligente de la mano del hombre, no desempeñó el papel preponderante  que le correspondía. Sin embargo, algunas de estas causas influyentes que llegan hasta determinar cierto tipo en el motor animal, con caracteres morfológicos bien manifiestos, y que permiten distinguir en los caballos  las actitudes que pueden tener para sus diferentes aplicaciones útiles del trabajo, vinieron a ser ejercidas por la persona de un distinguido aunque rústico, campesino chileno, que se llamó don Pedro de las Cuevas.
Dotado este excelente hombre de campo, de un instinto admirable para todo lo referente a la crianza de caballos, se propuso hasta conseguir fijar las características de los tipo dentro de la función mecánica que cada motor- caballo debía desempeñar, haciendo de cada uno una especialidad, que le permitía reproducirlos dentro de una  estricta selección y con un propósito bien determinado que él  ya preveía con su clara inteligencia, la clase de animal que le resultaría de tales combinaciones.
Los procedimientos zootécnicos que la ciencia moderna ha conquistado a la biología animal, para hacer del caballo, el tipo que el hombre necesita para ayudarle en sus necesidades de la vida, no fueron desconocidos por el señor Cuevas y al efecto, como lo veremos, una gimnástica constante e inteligentemente aplicada, una selección rigurosa de  los reproductores y una alimentación adecuada, fueron en sus manos practicas hábilmente combinadas, que dieron por resultado los tipos de caballares mas escogidos y de las mejores cualidades que podía desearse en los tiempos de caballo de silla de su tiempo.

La inclinación natural y el gusto por los animales, como sus actitudes innatas a la zootecnia, hicieron que don Pedro Cuevas extendiera sus prácticas de mejoramiento a otras especies, fuera de la caballar, así se recuerda hoy día con admiración, los enormes bueyes que este hacendado hacia producir a su ganado vacuno y las hermosas vacas lecheras que mantenía en sus potreros.
Aun mas llegó a conseguir, según la crónica lo refiere mulas de carga con andaduras braceadas, que por su elegancia en conducirle su equipaje, cuando el señor Cuevas iba de viaje, causaban la sorpresa de todos, los que veían pasar a tan apuesto caballero, que adelante caminaba montado a su vez en un soberbio potro.

La base de sus crianzas caballares, parece que la constituyó al principio, según lo indica su testamento, que hemos tenido la ocasión de leer, con yeguas que heredó de su padre don José de las Cuevas, y aumentadas después por razones que nos indican  las estrechas relaciones de familia que a fines del siglo XVIII (1700) existían en este centro formado por Doñihue, Parral, Carén y Quilamuta, según lo hemos dicho, donde se criaban los mejores caballos del país.
Es natural suponer entonces que de Quilamuta, Alhué, Carén fueran las yeguas y aun algunos de los reproductores que don José de las Cuevas, dejó a su único hijo y que este consiguió mejorarlas hasta el punto de ser los  animales más famosos de Chile, durante la primera mitad del siglo pasado. (1800-1850).
Entre sus numerosos y excelentes caballos, el señor Cuevas, había conseguido fijar tres familias o castas distintas entre si, por sus funciones económicas o aptitudes de motor animal, para los servicios de la silla.
Estas tres familias se constituían cada una de tipos bien definidos con caracteres propios y determinados, que podían diferenciarse fácilmente y en los que la belleza de las formas, de ninguna manera era sacrificada a su estructura y disposición de los órganos esenciales adaptados al género de trabajo que se necesitaba obtener del motor-caballo.

El principal tipo que don Pedro de las Cuevas parece haberle dedicado mayor atención, fue el del  caballo ligero y veloz para la carrera, afición que constituyó en él una verdadera especialidad de su tiempo, a tal punto, según la tradición lo recuerda, que sus caballos “pellejeros”, como él los llamaba, una vez en la cancha eran temidos y reconocidos como inganables, resignándose muchas veces a dar ventaja enormes como la de no prepararlos especialmente o bien obligarse de darle una o dos revueltas en el momento de recibir la señal de partida para emprender la veloz carrera.  De otro modo no podía tener el placer, de ver emplearse a sus animales en estas luchas ecuestres que él tanto apreciaba.
El reproductor que le proporcionaba a don Pedro de las Cuevas estas maquinas de velocidad de llamaba El Caldeado, y algunos dicen El Quebrado.
Según los datos conservados por recuerdos personales y  referencias que de han encontrado en comunicaciones escritas de sus amigos.
El Caldeado, a su velocidad, reunía condiciones de temperamento, de docilidad e inteligencia extraordinarias, aun tratándose de una raza, como la chilena, que las poseía en alto grado y en una época en que los ejemplares sobresalientes eran comunes.
Su conformación, en general no era armoniosa y mucho menos perfecta que pudiera decirse fuera la de un bonito caballo.  Adolecía de un cuello algo tosco, cabeza cargada y poca esbeltez, en sus líneas generales.  En cambio, poseía una formidable musculatura.
El Caldeado, tuvo una larga descendencia y muchos de ellos después actuando como reproductores, se distinguieron en haber generado individuos que se hicieron notables por su aptitud a las carreras y como caballos excelentes de montura.
La agilidad en los movimientos ha sido una característica especial de ellos, unido a una docilidad y mansedumbre a toda prueba; como bien tendremos ocasión de verlo, cuando tratemos en particular de algunos reproductores de fama de cuya existencia se conserva una  fresca  memoria.
 
El segundo tipo de otra casta que este insigne criador mantenía en su propiedad, lo formaba un caballo más basto y grueso que el anterior, de formas redondas y musculosas, de cierta talla, próxima a las siete cuartas y dotado de andaduras muy elegantes y levantadas, que hacían una vistosa presencia en el animal.  Estos eran los caballos trotadores de brazo, a que nos hemos referido anteriormente, apropiados para paseos y para lucir a su jinete en las fiestas del pueblo.
Los mas de los hacendados que descollaron en ese tiempo por sus caballos lujosos de este tipo, habían obtenido sus ejemplares del criadero  de don Pedro de las Cuevas como don Leonardo Portales, Rafael Martínez, José Miguel Carrera, Manuel María Figueroa, Enrique Campino y señores Calvo de Rancagua que por relación de amistad, los conseguían muchas veces, de generosos obsequios, por parte de su dueño o bien a precios convencionales, pues el señor Cuevas avaluaba sus caballos generalmente como una mercadería que no podía tener cotización en el comercio usual de esos tiempos.
Así se explica que uno de ellos, por el cual se interesó el gran hacendado de Bucalemu, don Manuel José Balmaceda, el famoso caballo Dije, le costaría muchas vacas y muchos bueyes, para conseguirlo.
El mejor caballo de esta clase que tuvo don Pedro Cuevas, en los últimos años de su vida, se lo dejó en legado testamentario al señor Rafael Martínez de la hacienda Paine,  que fue después el “tronco origen” de una reconocida familia caballar, “la painina”, de cualidades sumamente apreciadas por todos los hacendados del país.

La tercera clase de caballos que produjo este gran criador del siglo XIX (1800) y cuyas descendencias son el justificado orgullo de los dueños de criaderos de hoy día, en poseerlos por un origen mas o menos directo, la formaba una categoría de los productos obtenidos de los tipos especializados anteriores y que ya sea por razones de herencia o por otras causas accidentales, como individuos, no podían pertenecer a los grupos distinguidos que su dueño deseaba hacer figurar.
Esos caballos de talla menor, poco aptos para la cancha o no suficientemente lucidos en sus andaduras, eran , sin embargo, los mas esplendidos motores, apropiados a las faenas agrícola del rodeo y del trabajo del hombre de campo, por su docilidad de rienda, su valentía y coraje para vencer los obstáculos naturales de los suelos accidentados o de los torrentosos ríos que atravesaba entonces, los apenas, marcados senderos llamados caminos, que comunicaban una hacienda con otra o una aldea como Doñigue con la capital del departamento, a cuyos puntos había necesidad de llegar, por imposiciones obligadas de  los tiempos y de las costumbres de la época.

Entre éstas, es necesario tener presente que el criador de animales como el señor Cuevas, era siempre un propietario rural, que por la situación de sus haciendas y otras causas, propias al grado de civilización , que tenia el país a mediados del siglo pasado, (1850) nacía vivía y moría en su terruño, no acudiendo a los poblados, sino por quehaceres urgentes (diligencias como se decía entonces) de modo que su existencia y su actividad de hombre de trabajo se ejercían en intima unión con los compañeros inseparables y necesarios para su mantención, como eran los animales, instrumentos indispensables que les ayudaban en sus pesadas faenas agrícolas o de medios favoritos de distracción que le servían para romper la monótona existencia de  la vida del campo.

Así se comprende esa vigilancia directa de sus poseedores interesados para formar de sus animales domésticos, los tipos más perfectos para obtener de ellos, las funciones económicas más ventajosas según  sus especies; de aquí los enormes bueyes y las productivas vacas lecheras, la multiplicación constante de los ganados y las bondades de los caballos fieles servidores del campesino de antaño.
Las haciendas en donde el señor Cuevas ejerció durante toda su larga vida de agricultor, tan útiles como benéficas influencias para el caballo del país, estaban situadas, una a orillas del Cachapoal, cercana al pueblecito de Doñihue en el departamento de ese entonces (1860) de Rancagua, hoy de Cachapoal, y se llamaba El Parral al que se le añadió, todavía, el distintivo de Lo Cuevas, que hasta ahora conserva el recuerdo de su apellido.

La otra propiedad, estaba situada en el lugar de Los Linderos, limites, entonces de los departamentos de la Victoria y de Rancagua, de la provincia de Santiago y se llamaba La Posada, cuyos deslindes eran los siguientes: al oriente con propiedad de don Juan Moreno; al poniente con el camino público; al norte con propiedad de don Miguel Campino, camino por medio; y al sur con fundo de don Rafael Larraín.
(Acta de comparendo “herederos” de don Pedro de las Cuevas, agosto de 1862, Rancagua).
Esta propiedad la conservó don Pedro hasta su muerte y sus herederos remataron en pública subasta el arriendo de ella, junto con la parte que el señor Cuevas le había vendido a don Ramón Lavín, por tres años.
Se le llamaba por su dueño La Posada, como indicando que era el punto obligado de su alojamiento, cuando, alguna rara vez, debía hacer un viaje a la capital.
Don Pedro Cuevas vivió 86 años, pasando la mayor parte de su vida en la hacienda El Parral, donde dejó de existir el 28 de marzo de 1861, según consta de los documentos, (fe de muerto y su testamento, que se encuentran entre los archivos de la notaria de Rancagua).
El año de su nacimiento fue por lo tanto el de 1775 y fueron sus padres, don José de las Cuevas y doña Delfina Guzmán.
Testamento de don Pedro de las Cuevas.
Extracto:
Ítem: “lego a mi amigo don Rafael Martínez, el mejor de mis caballos, el que en mi concepto lo es, el tordillo negro, trotador, que conoce mucho mi nieto José Manuel”.

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