Las Mulas y los Muleros. Una Historia de Emprendedores

En gran parte de la época colonial el comercio estaba severamente limitado, no sólo por las prohibiciones impuestas por la monarquía española sino que, además, por la ausencia de caminos carreteros; en los dos primeros siglos Chile enviaba al Perú dos o tres productos, jarcias (cuerdas de cueros de animales) para las embarcaciones, cordobanes (cuero de cabra o macho cabrío de alta calidad, muy ligero y suave), cuerdas para arcabuces y mulas.

Los productos eran enviados en barcos que partían dos veces por año desde Valparaíso hacia el Perú; Las mulas se enviaban por tierras a través del desierto, hasta Potosí (importante centro minero que se encontraba en la actual Bolivia) donde la mula era el principal medio de transporte.

A excepción del camino de Valparaíso a Santiago, en cuyo trayecto pasaba por Melipilla, las regiones interiores no disponían de caminos; por consecuencia no se usaban carretas tiradas por bueyes, porque no había caminos carreteros.

Por ende, las mulas fueron el gran medio de transporte. Son resultado del cruce entre caballares y burros y soportan una carga de hasta unos 140 kilos; las carretas que conocemos en nuestra zona, por lo general, podían soportar cargas de algo más de 1.500 kilos; es decir, con 10 mulas cargaban el equivalente a una carreta

El trigo aún no se exportaba; respecto a la matanza de animales éstas se hacían para satisfacer demandas muy limitadas para aprovechar las lenguas, el sebo (que se usaba para la fabricación de velas, principalmente) y los cueros. El resto del animal se quemaba para no infectar el aire o contaminar las aguas.

En aquella época las mulas llegaron a tener tan elevado precio que los estancieros se dedicaron a su reproducción y crianza, descuidándolo la de los caballares; los bueyes, por su parte, al no necesitarse, tenían un ínfimo precio.

Aun cuando la importancia de las mulas se redujo al pasar el tiempo por el uso de carretas tiradas por bueyes, al construirse caminos, las mulas siguieron siendo importantes porque permitían acortar distancias al trasladar cargas a través de cerros, bajando y subiendo quebradas, para llegar de manera más directa a un lugar determinado.

En pleno siglo XX, a mediados de esa centuria, fuimos testigos de parientes del Chorrilo, La Polcura, desde Puertecillo, que llevaban recuas de mulas, cargadas con cochayuyo para distribuir en la provincia y, algunos, llegaban hasta Santiago con su cargamento.

Uno de los más nombrados es don Pancho González, quien fue todo un personaje y muy conocido en la Vega de Pupuya y sus alrededores. Mucho lo recuerdan y no solo por sus arreos de mulas, sino también como el famoso “yeguero” o yegüerizo de las tradicionales trillas a yegua suelta, cuando iba de predio en predio por los lugares realizando las trillas de la cosecha del trigo con su tropa de unos 20 caballares aproximadamente.

Efectivamente había emprendedores, troperos (transportistas con carretas), muleros, yegüerizos, que realizaban el negocio de transportar productos. Existen estudios (Pablo Lacoste: “El tropero y el origen de la burguesía en el Cono Sur”) que han recopilado información de muleros y troperos que transportaban productos desde la provincia de Cuyo (hasta el siglo XVIII dependiente del Reyno de Chile), hasta Valparaíso y desde este puerto retornaban con cargamentos llegado desde el Perú y, otros, que hacían el trayecto desde Mendoza a Buenos Aires.

El espíritu de empresa se manifestó desde los comienzos de nuestra historia a pesar de las dificultades impuestas durante gran parte de la Colonia por las autoridades españolas. En nuestras tierras los ejemplos son múltiples; en alguna crónica hablaremos de esto; hoy día no estamos seguros respecto a si esta tradición emprendedora siga subsistiendo como en el pasado.

Fuente: https://web.facebook.com/1589972361250248/posts/2443496359231173/

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